El Caballo, el Buey, el Perro y el Hombre
En los albores del tiempo, cuando Zeus formó al hombre, le otorgó una vida de duración limitada. El hombre, con su ingenio naciente, construyó una casa para refugiarse de los crudos inviernos.
Un día de frío intenso y lluvia incesante, un caballo, azotado por el mal tiempo, buscó refugio en la casa del hombre. «Dame abrigo», suplicó el caballo. El hombre, astuto, propuso un trato: «Te daré refugio, pero a cambio, cede parte de tus años de vida.» El caballo, desesperado, aceptó el trato.
No mucho después, un buey, también vencido por el frío, se acercó al hombre con la misma petición. El hombre repitió su propuesta y el buey, buscando calor, cedió una porción de sus años.
Finalmente, un perro, temblando y miserable, llegó pidiendo refugio. Al igual que los anteriores, aceptó la condición del hombre y le entregó parte de su tiempo de vida.
Con el pasar de los años, el hombre vivió las etapas que correspondían a cada animal. Inicialmente puro y bueno, como en los años otorgados por Zeus. Luego, se volvió intrépido y orgulloso, como en los años del caballo. En su madurez, dominante y decidido, como en los años del buey. Y en sus últimos días, irascible y malhumorado, como en los años del perro.
La fábula del caballo, el buey, el perro y el hombre ilustra las etapas de la vida humana: la inocencia de la niñez, el vigor de la juventud, el poder de la madurez y la sensibilidad de la vejez. Nos enseña que cada etapa de la vida lleva consigo características y desafíos únicos, formando el complejo tapiz de la existencia humana.