El Camello Bailarín
En una tierra lejana, un dueño ambicioso decidió que su camello debía aprender a bailar. Soñaba con presentar un espectáculo único que atrajera a multitudes de todas partes. Así, día tras día, forzaba al camello a practicar pasos y movimientos inusuales para su naturaleza.
El camello, con su cuerpo grande y patas largas, no estaba hecho para la danza. Se tambaleaba torpemente, tratando de seguir los ritmos y movimientos que su dueño le exigía. Sin embargo, por más que lo intentaba, sus movimientos carecían de la gracia y el ritmo natural de un verdadero bailarín.
Un día, mientras luchaba por ejecutar un paso particularmente complicado, el camello se detuvo y miró a su dueño con una mezcla de frustración y resignación. «¡Qué cosa más extraña!», exclamó. «Ya de por sí, mi andar no es elegante, ¡y ahora pretenden que baile! Soy aún más torpe en esto que en lo que naturalmente hago.»
La fábula del camello bailarín nos recuerda la importancia de reconocer y respetar las habilidades y limitaciones naturales de cada individuo y cada ser. Nos enseña que forzar a alguien o algo a realizar actividades para las cuales no está diseñado puede resultar no solo inútil, sino también ridículo y contraproducente.