El Cisne y su Dueño
En un pequeño pueblo, un hombre había escuchado sobre la legendaria belleza del canto de los cisnes. Movido por la curiosidad y el deseo de disfrutar de tal melodía, compró un cisne en el mercado local.
Lleno de expectativas, el hombre cuidaba al cisne con la esperanza de escuchar su canto. Una noche, organizó una cena con amigos y, pensando que sería el momento perfecto, trajo al cisne ante los invitados, rogándole que deleitara a todos con su música.
Sin embargo, para sorpresa y decepción del hombre, el cisne permaneció en silencio. Los días pasaron y el cisne nunca cantó, lo que hizo que el hombre se sintiera engañado y frustrado.
Entonces, un día, el cisne, sintiéndose débil y creyendo que su final se acercaba, empezó a entonar su hermoso canto. Era un sonido tan melancólico y encantador que capturó la atención de todos en la casa.
El dueño, al oír el canto, se acercó al cisne y dijo con un tono de amarga ironía: «Si sólo cantas cuando vas a morir, fui un tonto rogándote que cantaras en lugar de inmolarte.»
La fábula «El Cisne y su Dueño» nos enseña que a menudo las expectativas y deseos pueden llevarnos a acciones precipitadas o decisiones erróneas. Nos recuerda que no todas las cosas pueden ser forzadas según nuestra voluntad, y que a veces, los acontecimientos deben desarrollarse a su propio ritmo y en su momento adecuado.