El Enfermo y la Paradoja del Doctor
En un pequeño pueblo, vivía un hombre enfermo, cuyo estado de salud empeoraba día a día. Preocupado por su condición, llamó a un doctor famoso por su sabiduría en medicina.
Cuando el doctor visitó al enfermo, este le comentó que había experimentado sudores intensos. «Eso es una buena señal», afirmó el doctor, con una sonrisa tranquilizadora. El enfermo, aunque aliviado, se sintió confundido.
En una segunda visita, el paciente compartió que había sufrido de fuertes escalofríos. Nuevamente, el doctor asintió con aprobación, diciendo, «Eso también va bien». El enfermo comenzó a dudar de estas afirmaciones.
Durante el tercer encuentro, explicó que había padecido de diarrea severa. El médico, sin inmutarse, aseguró que también era un signo positivo y se despidió.
Desesperado, el enfermo recibió luego la visita de un pariente cercano, quien le preguntó por su salud. Con un tono irónico y un suspiro de resignación, el enfermo respondió: «Parece que me estoy muriendo, a fuerza de ir tan bien.»
La moraleja nos recuerda que, a menudo, las interpretaciones optimistas de situaciones graves pueden ser irónicamente perjudiciales, y que es importante reconocer la realidad, aunque esta sea difícil de aceptar.