El Gallo y la Comadreja
En una granja tranquila, un gallo orgulloso y vigilante se encontró frente a frente con una comadreja astuta y hambrienta. La comadreja, deseosa de justificar su inminente ataque, confrontó al gallo con una acusación: «Eres un importuno, perturbas el sueño de los hombres con tus cantos nocturnos.»
El gallo, con una mezcla de astucia y sinceridad, se defendió: «Mis cantos no son una molestia, sino un servicio. Despierto a los hombres para que comiencen sus labores, les recuerdo que un nuevo día ha comenzado.»
No satisfecha y buscando otra excusa para su acción, la comadreja presentó una segunda acusación: «Eres un irrespetuoso de la naturaleza, cortejas incluso a tu madre y hermanas.» A lo que el gallo replicó con calma: «En eso también sirvo a mis dueños. Al mantener activo el gallinero, aseguro que haya más huevos, lo que beneficia a todos en la granja.»
La comadreja, frustrada al no poder desmentir las respuestas del gallo, se dio cuenta de que ninguna razón justificaría su accionar a los ojos del gallo. En su naturaleza malvada, comprendió que no hay argumento que detenga a quien está decidido a agredir.
La fábula del gallo y la comadreja nos enseña que, a menudo, los malvados buscan justificar sus acciones con acusaciones y excusas, pero para ellos, ninguna razón es suficiente para detener su conducta. Nos recuerda que, frente a la maldad decidida, las explicaciones lógicas y la razón a menudo son ignoradas.