El León, la Zorra y el Lobo
En los últimos días de su reinado, un león viejo y enfermo yacía en su cueva. Uno a uno, los animales del reino lo visitaban, ofreciendo respeto y palabras de consuelo, todos excepto la zorra. El lobo, siempre oportuno para encontrar ventaja en la desgracia ajena, aprovechó la ausencia de la zorra para acusarla ante el león. «Ella no tiene ningún respeto por nuestra alteza», declaró el lobo. «Su ausencia demuestra una clara falta de lealtad y consideración.»
Justo en ese momento, la zorra llegó, escuchando las palabras del lobo mientras entraba. El león, al verla, se enfureció y la confrontó con un rugido. Pero la zorra, siempre astuta y serena, pidió permiso para hablar. «Majestad», comenzó, «mi ausencia no ha sido por falta de respeto, sino porque he estado buscando el mejor remedio para tu enfermedad. He recorrido el reino en busca de un médico capaz, y he encontrado uno que tiene la cura perfecta.»
El león, intrigado y desesperado por cualquier esperanza de recuperación, preguntó con urgencia: «¿Cuál es ese remedio? ¡Dímelo ahora!»
Con una mirada sutil hacia el lobo, la zorra respondió: «Para curarte, debes sacrificar a un lobo y usar su piel como abrigo.» La sentencia de la zorra cayó como un rayo. Sin más deliberaciones, el lobo fue inmediatamente condenado a muerte.
Mientras el lobo era llevado lejos, la zorra se giró hacia el león y dijo: «En la corte, es mejor guiar al patrón hacia la benevolencia en lugar del rencor.» Con una sonrisa, añadió para sí misma: «Quien tiende trampas para los inocentes a menudo cae en su propia red.»