El León y la Liebre
En la tranquila espesura de la selva, un león poderoso sorprendió a una liebre dormida. Con movimientos sigilosos y calculados, se acercó a la presa desprevenida, listo para hacer su captura. Pero justo en el momento en que estaba a punto de devorar a la pequeña liebre, sus ojos captaron a un ciervo pasando a lo lejos. El ciervo, elegante y robusto, representaba un trofeo mucho más grande y tentador.
El león, tentado por la posibilidad de una presa más grande, dejó de lado a la liebre y se lanzó en una frenética persecución tras el ciervo. Sin embargo, el ciervo, ágil y veloz, logró esquivar cada uno de los intentos del león y finalmente se desvaneció en la densidad del bosque.
Mientras tanto, los ruidos de la persecución despertaron a la liebre. Dándose cuenta de su inesperada suerte, no perdió tiempo y huyó rápidamente del lugar, buscando refugio en un escondite seguro.
El león, agotado y desilusionado por su fracaso en capturar al ciervo, regresó a buscar a la liebre, solo para encontrar que ella también había escapado. Con un suspiro de frustración y una sensación de amarga ironía, se dijo a sí mismo: «Bien merecido lo tengo. Tenía una presa segura en mis garras y la abandoné por la vana esperanza de obtener algo mayor.»
El león había aprendido una lección vital: nunca debes dejar ir un beneficio seguro y alcanzable en la búsqueda de uno mayor y más incierto. Apreciar y asegurar lo que ya tienes es a menudo más sabio que perseguir lo incierto.