El Lobo y el Labrador

El Lobo y el Labrador

En un campo extenso y fértil, un labrador dejó su yunta de bueyes junto al abrevadero mientras se ocupaba de otras tareas. Mientras tanto, un lobo hambriento, en su constante búsqueda de alimento, merodeaba por la zona. Al ver el arado abandonado, se acercó movido por la curiosidad y empezó a lamer los bordes del yugo, atraído por el sabor salado dejado por el sudor de los bueyes.

Sin embargo, en un giro inesperado de los acontecimientos, el lobo se encontró atrapado al meter su cabeza entre las barras del yugo. Luchando frenéticamente por liberarse, el lobo empezó a arrastrar el arado a lo largo del surco, creando sin querer una hilera perfecta en la tierra.

Cuando el labrador regresó y vio al lobo en esta insólita situación, no pudo evitar sonreír ante la ironía. Le dijo al lobo con un tono burlón: «¡Ah, lobo ladrón, qué felicidad sería si realmente hubieras renunciado a tus malas andanzas y decidido trabajar honradamente en el campo!»

El lobo, atrapado y frustrado, demostraba que, aunque por un momento parecía estar desempeñando una labor útil, su verdadera naturaleza no podía ocultarse. La fábula del lobo y el labrador se convirtió en un recordatorio de que, incluso si los malvados parecen actuar bien accidentalmente, sus verdaderas intenciones y naturaleza eventualmente salen a la luz.