«El músico prodigioso» es una cautivadora historia de los Hermanos Grimm que nos lleva a un mundo donde la música tiene el poder de atraer y engañar. En este cuento, un músico solitario busca compañía en un bosque, usando su violín para atraer a diferentes animales.
El músico prodigioso: un cuento de Engaño y Encanto
Érase una vez un músico extraordinario que vagaba solo por el bosque, sumido en sus pensamientos. Aburrido de la soledad, decidió buscar un compañero. Tomó su violín y comenzó a tocar una hermosa melodía que resonó entre los árboles.
Al poco tiempo, un lobo apareció entre la maleza. «¡Oh, no! Un lobo no es el compañero que deseo», pensó el músico. Sin embargo, el lobo se acercó y le dijo: «¡Hola, músico! Tocas maravillosamente. Me encantaría aprender». El músico le respondió: «No es difícil, solo debes hacer lo que te diga». El lobo aceptó ser su discípulo.
Caminaron hasta llegar a un viejo roble hueco y hendido. El músico le indicó al lobo que metiera sus patas delanteras en la hendidura y, rápidamente, colocó una piedra como cuña, atrapando al animal. «Espérame aquí hasta que regrese», dijo el músico y se marchó.
Más tarde, el músico volvió a sentirse solo y decidió buscar otro compañero. Tocó una nueva melodía y apareció una zorra. «No me agrada su compañía», pensó, pero la zorra le pidió aprender a tocar. El músico accedió y la condujo hasta un sendero bordeado de arbustos. Allí, ató las patas de la zorra a dos árboles opuestos y, al soltar las ramas, la dejó colgada e inmovilizada. «Aguarda mi regreso», dijo y se fue.
De nuevo aburrido, el músico tocó otra canción. Esta vez apareció una liebre. «No la quiero como compañera», pensó, pero la liebre insistió en aprender. La llevó hasta un claro del bosque, ató un bramante a su cuello y la hizo correr alrededor de un álamo. Tras veinte vueltas, la liebre quedó enredada y atrapada. «Espérame aquí», dijo el músico y se marchó.
Mientras tanto, el lobo, la zorra y la liebre lograron liberarse y, furiosos, siguieron las huellas del músico para vengarse.
El músico, ajeno a todo, volvió a tocar su violín. Esta vez, un leñador se acercó, atraído por la música. «¡Por fin encuentro el compañero ideal!», exclamó el músico.
En ese momento, aparecieron los tres animales con intenciones amenazantes. El leñador, blandiendo su hacha, se interpuso entre ellos y el músico, dispuesto a defenderlo. Asustados, los animales huyeron.
Agradecido, el músico obsequió al leñador con otra bella melodía, forjando así una hermosa amistad.