Juan Sin Miedo

Embárcate en la aventura de ‘Juan Sin Miedo’, un cuento clásico lleno de valor y curiosidad. En un reino antiguo, Juan, un joven diferente a los demás, emprende un viaje para descubrir el significado del miedo, enfrentándose a retos inusuales y situaciones sobrenaturales.

Juan Sin Miedo: Un Viaje en Busca del Miedo.

Había una vez un labrador que tenía dos hijos. El mayor era astuto y sabio, siempre sabiendo qué hacer, mientras que el menor, Juan, era considerado un tanto tonto. La gente solía decir que su padre tenía un gran trabajo con él. Cuando había algo que hacer, siempre se le asignaba al mayor.

Pero si había que hacer algo de noche, cerca del cementerio o en algún lugar sombrío, él siempre se negaba, diciendo: «¡Oh, no, padre, no iré allí! Tengo miedo». Era conocido por ser miedoso.

Un día, el padre habló con Juan, quien estaba sentado en un rincón: «Ya eres grande, hijo, y tienes suficiente fuerza para aprender algo útil. Mira cuánto trabaja tu hermano, pero tú solo pierdes el tiempo.» Juan, mirando a su padre, respondió: «Quiero aprender algo, sobre todo, quiero saber qué es el miedo, ya que no entiendo de otra cosa.»

El hermano mayor se rió al oír esto, pensando que Juan nunca llegaría a ser alguien en la vida. El padre suspiró y le dijo: «Algún día sabrás lo que es el miedo, pero eso no te dará de comer.»

Una noche, el sacristán del pueblo escuchó la historia de Juan y se ofreció a enseñarle lo que era el miedo. El padre de Juan, pensando que esto le haría bien, estuvo de acuerdo. Así, el sacristán llevó a Juan a la iglesia para que tocara las campanas a medianoche.

Mientras Juan subía al campanario, el sacristán, disfrazado de fantasma, se escondió en la escalera. Cuando Juan lo vio, preguntó: «¿Quién está ahí?» Pero el sacristán no se movió ni respondió, esperando asustar a Juan.

Sin embargo, Juan no tenía miedo. Después de advertirle tres veces, Juan empujó lo que creyó un espectro por las escaleras, causándole al sacristán una pierna rota.

Al día siguiente, cuando el padre de Juan se enteró de lo sucedido, estaba muy enojado y le dijo a Juan que abandonara la casa. Juan aceptó, decidido a aprender lo que era el miedo.

Juan, con su decisión en mente, partió al amanecer con sus cinco duros en el bolsillo. Mientras caminaba, se decía a sí mismo: «Me gustaría conocer lo que es el miedo.» Pronto se encontró con un hombre que, al oír las palabras de Juan, le señaló una horca en la distancia. «Aquí aprenderás a tener miedo,» dijo el hombre. «Si te quedas bajo esa horca hasta el anochecer, sabrás lo que buscas.»

«Si eso es todo,» dijo Juan, «es fácil.» Y siguió al hombre hasta la horca, decidido a descubrir el miedo.

Pasó la noche bajo la horca, pero no sintió miedo alguno. Incluso en su empeño por entender, descolgó los cuerpos para calentarlos junto a su fuego, pensando que debían tener frío. Al amanecer, el hombre volvió y, al ver que Juan no había aprendido lo que es el miedo, se marchó decepcionado.

Juan continuó su camino, repitiendo su deseo de conocer el miedo. Se encontró con un carretero, quien, al escuchar su extraña petición, lo llevó a una posada.

El posadero, al oír las palabras de Juan, le habló de un castillo encantado cercano, donde cualquiera que pasara tres noches aprendería lo que es el miedo y, además, ganaría la mano de la hija del rey y una gran fortuna.

Juan aceptó el desafío y se presentó ante el rey, quien le permitió pasar tres noches en el castillo, llevando consigo solo tres objetos inanimados de su elección. Juan eligió una fogata, un torno y un banco con una cuchilla.

La primera noche en el castillo, Juan no sintió miedo, incluso cuando dos gatos negros gigantes aparecieron y le propusieron jugar a las cartas.

Más tarde, una multitud de gatos y perros negros apareció, rodeando la fogata. Juan los enfrentó valientemente, y al final de la noche, se acostó en una cama que se movió por sí sola por todo el castillo. A pesar de todo, Juan no sintió miedo.

La segunda noche, tras escuchar ruidos extraños y ver la mitad de un hombre caer por la chimenea, Juan aún no sentía miedo. Incluso cuando el hombre completo apareció y otros espectros comenzaron a jugar a los bolos, Juan se unió a ellos sin temor.

En la tercera noche, hombres altos trajeron un ataúd con un muerto adentro. Juan, pensando que era su primo, calentó el cuerpo del muerto, que luego se levantó amenazando con estrangularlo. Juan lo volvió a meter en el ataúd sin miedo.

Finalmente, un hombre gigantesco apareció, amenazando a Juan con la muerte. Juan, sin miedo, luchó contra él y lo venció. El gigante le mostró los tesoros escondidos en el castillo. Al amanecer, Juan le dijo al rey que aún no sabía lo que era el miedo.

Tras casarse con la princesa y vivir en el castillo, Juan seguía sin conocer el miedo. Una noche, su esposa, cansada de su constante lamento, le vertió un balde de peces fríos mientras dormía. Al despertar mojado y temblando, Juan exclamó: «¡Finalmente, sé lo que es el miedo!»

Moraleja de «Juan Sin Miedo»:

«El cuento de ‘Juan Sin Miedo’ nos enseña que el valor a menudo proviene de la ignorancia del peligro y que la búsqueda de conocimiento puede llevarnos por caminos inesperados. Destaca la idea de que el miedo, al igual que la valentía, es una experiencia subjetiva y a menudo encontrada en los lugares menos pensados.»