«La Chusma» es un cuento clásico de hermanos Grimm que narra las aventuras de un gallito y una gallinita en búsqueda de nueces.
La Chusma: Una Aventura de Humor y Astucia.
Había una vez un gallito y una gallinita que decidieron ir a la montaña a darse un festín de nueces antes de que la ardilla se las llevara todas. Pasaron un día maravilloso, pero quizás por haber comido demasiado o por haberse vuelto un poco presumidos, decidieron no regresar a casa a pie.
El gallito construyó un pequeño coche con cáscaras de nuez y, cuando estuvo listo, la gallinita se subió y le pidió al gallito que se enganchara para tirar de él. Pero el gallito se negó, prefiriendo ser el cochero en lugar de tirar del coche.
En medio de la discusión, apareció un pato acusándolos de ladrones por haber ido a su montaña a comerse las nueces. Se abalanzó sobre el gallito, pero éste reaccionó rápidamente y le clavó el espolón con tanta fuerza que el pato suplicó clemencia. Como castigo, accedió a tirar del coche mientras el gallito hacía de cochero.
Durante el camino, se encontraron con un alfiler y una aguja de coser que les pidieron subir al coche, ya que se había hecho tarde y el camino estaba oscuro y sucio. El gallito accedió, advirtiéndoles que no ocuparan mucho espacio.
Al anochecer, llegaron a una posada. El posadero, aunque al principio dudó por no considerarlos huéspedes distinguidos, finalmente cedió cuando le ofrecieron el huevo que la gallinita había puesto por el camino y el pato que ponía uno a diario.
A la mañana siguiente, el gallito y la gallinita se levantaron temprano, se comieron el huevo, tiraron la cáscara al fogón y escondieron la aguja en el cojín del sillón del posadero y el alfiler en su toalla. Luego, se marcharon volando. El pato, que había dormido en el patio, les oyó partir y escapó nadando por un arroyo.
Cuando el posadero se levantó, se pinchó la cara con el alfiler al secarse y las cáscaras del huevo le saltaron a los ojos al encender la pipa en el fogón. Al sentarse enojado en su sillón, la aguja le pinchó en un lugar aún peor.
Furioso, fue a buscar a los huéspedes, pero ya se habían ido. Juró entonces no volver a admitir en su posada a gente como aquella, que no paga, huye rápidamente y encima lo agradece con malas pasadas.