La Esclava Fea y Afrodita
En una casa de la antigua Grecia, vivía una esclava cuya apariencia era considerada poco agraciada y su carácter era amargo. Sin embargo, contra todo pronóstico, se ganó el amor de su amo, un hecho que sorprendía a todos en la casa.
Con el dinero que su amo le proporcionaba, la esclava comenzó a adquirir lujosos adornos y joyas, intentando mejorar su apariencia y rivalizar con su señora. En su corazón, creía que su belleza recién adquirida era un don divino, un favor de Afrodita, la diosa del amor y la belleza.
Movida por un sentido de gratitud y quizás también por vanidad, la esclava empezó a realizar sacrificios frecuentes en honor a Afrodita, agradeciéndole por su supuesta transformación.
Una noche, mientras la esclava dormía, Afrodita se le apareció en un sueño. La diosa, con una voz suave pero firme, le dijo: «No me agradezcas por hacerte bella, porque mi intención no es honrarte. Si te hago parecer hermosa a los ojos de ese hombre, es porque estoy encolerizada contra él. Tu belleza no es más que un reflejo de su ceguera y su falta de discernimiento.»
Despertando del sueño, la esclava se vio obligada a enfrentar una verdad amarga: lo que ella consideraba como una bendición divina era en realidad una burla del destino, un espejo de las fallas de otro.
La fábula «La Esclava Fea y Afrodita» nos enseña a ser cautelosos con lo que consideramos como nuestras fortalezas o regalos. A veces, lo que percibimos como una bendición puede ser una ilusión o, peor aún, una maldición disfrazada.