«Los doce hermanos» es un conmovedor cuento de los Hermanos Grimm que narra la historia de una familia real dividida por una decisión cruel. En él, un rey decide que si su próximo hijo es una niña, sus doce hijos varones deben morir para asegurar su herencia. Este acto desencadena una serie de eventos donde los hermanos huyen al bosque, y años más tarde, su hermana se embarca en una peligrosa misión para salvarlos. El cuento destaca temas de sacrificio, lealtad familiar y la lucha contra la adversidad, ofreciendo una narrativa rica en emociones y giros inesperados.
Los doce hermanos: Un Relato de Sacrificio y Amor Fraternal.
En un reino lejano, vivían un rey y una reina junto a sus doce hijos varones. La pareja esperaba con ilusión el nacimiento de su próximo hijo. Sin embargo, el Rey, preocupado por el futuro de su reino, le dijo a su esposa: «Si el bebé que estamos esperando es una niña, nuestros doce hijos mayores deberán morir para que ella herede todo el reino».
Ante esta terrible decisión, el Rey mandó construir doce ataúdes repletos de virutas de madera y los escondió en una habitación cerrada, entregando la llave a la Reina. Ella, sumida en una profunda tristeza por el destino incierto de sus hijos, fue consolada por Benjamín, el menor de los hermanos, quien insistió en conocer el motivo de su pesar.
Finalmente, la Reina le reveló el secreto de los ataúdes. Benjamín, con gran madurez, le dijo: «No llores, madre. Encontraremos una solución. Mis hermanos y yo nos marcharemos lejos de aquí para evitar esta tragedia».
La Reina, con el corazón roto, les aconsejó refugiarse en el bosque y que siempre uno de ellos vigilara desde la copa del árbol más alto. Si el bebé resultaba ser un niño, izaría una bandera blanca para que regresaran; si era una niña, una bandera roja para que huyeran lejos. Les dio su bendición y, con lágrimas en los ojos, los vio partir.
Pasados once días, Benjamín divisó una bandera roja ondeando en la torre del castillo, lo que confirmaba el nacimiento de una niña. Los hermanos, enfurecidos y dolidos, hicieron un juramento de venganza: derramarían la sangre de cualquier niña que se cruzara en su camino. Se internaron en lo más profundo del bosque hasta dar con una misteriosa casita encantada, donde decidieron establecerse. Benjamín, por ser el menor, se encargaría de cuidar la casa mientras los demás salían a cazar para obtener alimento. Así transcurrieron diez largos años.
Mientras tanto, en el castillo, la niña crecía, convirtiéndose en una joven hermosa, bondadosa y con una peculiar estrella dorada en la frente. Un día, mientras ayudaba con la colada, encontró doce camisas de hombre y, intrigada, preguntó a su madre por ellas. La Reina, con gran pesar, le contó toda la historia y le mostró los ataúdes destinados a sus hermanos. La valiente niña, decidida a encontrarlos, tomó las camisas y se adentró en el bosque.
Tras una larga travesía, arribó a la casita encantada y se encontró con Benjamín, quien la reconoció gracias a las camisas. Él le advirtió sobre el juramento de sus hermanos, pero ella, con gran determinación, afirmó estar dispuesta a sacrificar su vida por salvarlos. Benjamín, conmovido por su valentía, la escondió y convenció a sus hermanos de perdonar a la primera niña que hallaran. Cuando todos se reunieron, Benjamín les presentó a su hermana y, llenos de alegría, se fundieron en un emotivo abrazo.
La niña se integró en la vida de la casita, ayudando a Benjamín con las tareas domésticas. Un día, mientras los hermanos cazaban, ella cortó doce lirios del jardín para obsequiarles. Sin embargo, al hacerlo, un hechizo se activó: los hermanos se transformaron en cuervos y desaparecieron junto con la casa y el jardín. Una anciana apareció y le explicó que, para salvarlos, debía permanecer muda y sin reír durante siete años, o los condenaría a muerte. Ella, sin dudarlo, aceptó el desafío y se encaramó a un árbol para hilar en silencio.
Un Rey que cazaba por el bosque quedó prendado de su belleza y, a pesar de su mutismo, le propuso matrimonio. Ella aceptó con un gesto y se casaron, viviendo felices en el castillo.
Pasados unos años, la malvada madre del Rey, envidiosa de la joven Reina, comenzó a difamarla, acusándola de ocultar terribles perversidades. Tanto insistió que el Rey, influenciado, acabó condenándola a morir en la hoguera.
En el momento en que las llamas comenzaban a alcanzarla, se cumplieron los siete años de silencio. Doce cuervos aparecieron en el cielo y, al posarse en el suelo, se transformaron en los hermanos. Raudos, apagaron el fuego y liberaron a su hermana, revelando al Rey toda la verdad. La perversa suegra fue condenada a perecer en una tinaja de aceite hirviente y serpientes venenosas, mientras el Rey y la Reina, ahora con sus doce hermanos, vivieron felices y en armonía para siempre.