Los Gallos y la Perdiz

Los Gallos y la Perdiz

En una granja habitada por dos gallos orgullosos y combativos, llegó una nueva integrante: una perdiz doméstica. El granjero, esperando que la perdiz se adaptara bien, la introdujo en el corral. Sin embargo, los gallos, viendo a la recién llegada como una intrusa, empezaron a atacarla y perseguirla sin descanso.

La perdiz, desconsolada y sintiéndose marginada por ser diferente, se lamentaba de su suerte. Creía que era rechazada únicamente por no ser uno de ellos, lo que la sumía en una profunda tristeza.

Con el paso de los días, la perdiz observó algo que cambió su perspectiva. Los dos gallos, que hasta entonces parecían unidos contra ella, empezaron a pelear entre sí con una ferocidad aún mayor. La disputa era tan intensa que a menudo se separaban cubiertos de sangre y heridas.

Esta escena le dio una nueva comprensión a la perdiz. Reflexionó: «Ya no me siento tan afligida por cómo me tratan. Si estos gallos, siendo de la misma especie, no pueden vivir en paz entre ellos, ¿cómo podrían acogerme a mí en armonía?»

La fábula de los gallos y la perdiz nos enseña sobre la naturaleza de la discordia y el conflicto. Nos recuerda que, a veces, la hostilidad y la agresión son inherentes a ciertos ambientes o comunidades, y no necesariamente dirigidas a alguien por ser diferente. Si una comunidad está marcada por conflictos internos, es probable que ese ambiente conflictivo afecte a todos, independientemente de quiénes sean.